Contar la historia montado en el dragón del tiempo

Hace un tiempo escribí algunas líneas con Las crónicas del mundo recién comprada, con toda la expectativa de una obra esperada por un tiempo demasiado largo para nuestra ansiedad voraz de lectura. Ahora, con la obra ya leída, vuelvo para cerrar un nuevo círculo, lejos de la imprudencia de creer mis apreciaciones importantes, sino por la necesidad de completar un camino que en un momento pareció perderse en las inmensas y a veces dolorosas bifurcaciones del destino.

Los lectores de la obra de Bodoc muy a menudo nos hemos encontrado con temas recurrentes en su obra. Tal como suele suceder con todos los escritores, las obsesiones marcan un camino de lectura y de escritura. En este caso estas recurrencias están muy marcadas, sino que también se profundizan de una manera notable: las profundas diferencias en la forma de ver el mundo ya trabajadas en La Saga de los Confines (recordemos a los magos de la Cofradía del Recinto y de la Cofradía del aire Libre), sus relación con la naturaleza y con el poder, se acentúan y se complejizan en Tiempo de Dragones a través de la relación Dratewkas/Tzarús con los Arayés, ya desde la primer entrega, La profecía imperfecta:

«Ellos creen que son solos, y en esa soledad cargan su muerte: Nosotros somos nación Arayé. Ellos dicen que todo es dos, y ahí nace la soledad que arrastran. Tú, gente de otro mundo, dices que hay noche y día, y amas a uno y odias a otros. Tú, gente Arayé, no amas ni lo frío ni lo caliente, sino lo que va camino al calor, sino lo que va camino al frío. Y eso nunca será soledad»

Palabras de Tucán – La profecía imperfecta

Y así como en palabras de Tucán (un jefe arayé que va a la guerra sonriendo) en palabras de la gura Mare Limba, se comienza a construir una idea de tiempo no lineal, de formas diferentes de transcurrir:

«Lejos, cerca… Ustedes construyeron casas y se cobijaron en esa pequeña idea para cobijar el mundo, sus cielos y sus abismos. Lejos, cerca, ancho… Modos de ordenar una casa, una fortaleza, una ciudad. Luego ustedes inventaron la clepsidra, los campanarios, los relojes de pesas y así midieron un transcurso. Uno entre muchos posibles»

Palabras de Mare Limba- La profecía imperfecta

Pero, siendo la concepción del tiempo circular el eje central de la historia, Liliana Bodoc también transitó otros temas no menores que vinieron de la mano de una costrucción épica en la que en boca de la sabiduría Arayé se definiría con la frase «no falta ninguno». Y cuando me refiero a un tema no menor hablo de una profunda reflexión sobre las formas de narrar, tópico que atraviesa la obra de la autora desde el inolvidable Cucub y se profundiza con el narrador de las Memorias Impuras.

En esta última entrega vuelve a adquirir centralidad, más allá de la enorme figura de Nulán ya consagrado como héroe épico, la presencia de una narradora que inicia el camino de reconstrucción de la historia. Como una vuelta de tuerca más, la figura de que lleva en los hombros el peso de tal reconstrucción debe también emprender un viaje de conocimiento de su propio rol como parte de un complejo engranaje y de las herramientas con las que contará para su tarea: la memoria, la alquimia y su propia cultura, la que no le será suficiente para completar su tarea. Por ese motivo debe nutrisrse de otras formas de contar y de vivir, totalmente opuesta a sus creeencias.

«Relatar como un bucle, sin un comienzo y un fin definidos, es una libertad que puede darse quien se monta en la posibilidad del tiempo»

Crónicas de Vorbarela – Las crónicas del mundo

En todo momento cada forma de ver el mundo busca en su opuesto una oportunidad, una forma de pensar que los ayude a completar la historia. Saben que el lenguaje por sí solo no es un instrumento de reconstrucción si no se nutre de otras experiencias y, en este caso, se logra un paralelismo entre la forma de recordar y contar un suceso que sigue inesperadamente los pasos que los alquimistas habían perfeccionado para sus experimentos: la filtración, la evaporación y la sublimación.

Párrafo aparte es obligación mencionar la riqueza y la variedad de personajes y lo que reprentan cada uno, sus experiencias y proyecciones en el otro, en el tablero complejo del tiempo, del poder, y de las ansias de eternidad.

Más allá (o más acá) de la fantástica historia que cierran Romina y Galileo, en la que se honra la esencia de la madre de los confines, lejos de cerrar un círculo con su lectura, la saga abre incontables posibilidades e invita a repensar tantas cosas como ramificaciones del tiempo parece haber en el mundo fantástico de los Bodoc.

Pensando nuevamente en la punta del ovillo, aquella que fue el comienzo de una espera larga de este último libro y, ahora que la tercera parte de Tiempo de Dragones ya descansa en la biblioteca, ya no puedo pensar en la partida de Liliana como una pérdida, sino como en un pasaje un poco más intrincado en las ramificaciones del tiempo. Habrá que ver en los mensajes que regó su autora en cada línea y que quizás andamos necesitando muchos más patriarcas, dragones y contadores de historias que se alejen un poco de las convenciones de un mundo que vive de espaldas a si mismo.

Cierro este pequeño homenaje con un hecho que creo resume el espíritu sobrevuela y susurra cada línea de esta gran obra que, lejos de ser alegórica, no renuncia nunca a la belleza y el compromiso: Nulan y Beliria construyen una choza en medio del monte. Beliria pregunta cuándo estará lista, a lo que Nulán responde:

«Cuando cada rama entienda que necesita apoyarse en otra para no derrumbarse»

Una respuesta a “Contar la historia montado en el dragón del tiempo

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