Aposté mis palabras sombríamente
como las tahúres inician pendencias.
Aposté limpiamente mi miseria
al gasto inexorable de mi necesidad,
la pura alquimia del hambre.
El precio justo de estar vivo aún
con tanta muerte rondando.
Irma Cuña – De cuando la voz cae – 1963
Deja una respuesta