Agobiado por la bruma de los días,
Como siempre, lejos y cerca de los bordes,
Busco respuestas.
Y veo un mundo hecho de retazos, sombras y fulgores.
Retazos de palabras incesantes en hojas amarillas.
Retazos de un mundo que caminé anestesiado,
Creyendo cada palabra.
Retazos de cuerpos que encendían menos que leves deseos
Que mueren en la noche que no todo ve.
Retazos de hombres desgranados
Por la paciente muerte del olvido
Retazos de un Dios que no es el mío.
Y vi sombras.
Sombras de miedos que no ceden
Y que toman formas inesperadas
para engañar al tiempo.
Sombras de palabras no dichas,
De palabras fuera del tiempo,
De palabras que merecen el filo del olvido.
Sombras de la incertidumbre
Vestida de interminables ausencias.
Sombras que no dejan ver
La verdadera vida que nos negaron.
Pero también vi fulgores.
El fulgor de la canción que despedaza el miedo
En el hombre que enfrenta al fusil
De la injuria asesina.
El fulgor del abrazo inquebrantable,
En la ceniza del odio.
El tremendo fulgor de la flor que renace
Nunca igual, siempre la misma,
Y que conjura en la sutileza del aire
Las miserias del hombre
Que solo camina
En los retazos de la mentira
Y sus inacabables sombras.
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